El historiador militar británico John Keegan comienza su libro, Una historia de la guerra, refutando el famoso dictamen del soldado prusiano Carl von Clausewitz Sobre la guerra: “La guerra es la mera continuación de la política por otros medios.” Keegan continúa indicando que “el original en alemán expresa una idea más sutil y compleja que las palabras traducidas,”[1] pero, de cualquier manera, la idea de Clausewitz sobre la guerra era “incompleta”.
La gente hace o evita la guerra, no siempre con un propósito político racional como sugirió Clausewitz. Para ilustrar su punto, Keegan cita cuatro ejemplos: los polinesios de la Isla de Pascua en el Pacífico, los zulús en Sudáfrica, los “guerreros esclavos” mamelucos en el Medio Oriente, y los samurái (侍) en Japón.
En realidad, las diferencias en las circunstancias históricas y las posiciones geográficas pueden ser demasiado grandes para que estos cuatro grupos sean comparables, pero sí tuvieron una cosa en común: en cada uno, la clase guerrera tuvo en un momento la llave del destino de la sociedad.
Lo que nos interesa aquí es el momento que Keegan eligió para los samurái, también llamados bushi (武士).
Él podía fácilmente haber elegido el momento en el cual la clase guerrera dominante se abolió a sí misma, alrededor de 1870. En cambio, optó por el punto en el que los samurái rechazaron el arma superior que se había hecho disponible recientemente y que rápidamente demostró su poder destructivo, la pistola, y revirtieron a su arma centenaria, la espada.
El historiador lo hizo para mostrar que “la Guerra puede ser, entre otras muchas cosas, la perpetuación de una cultura por sus propios medios.”[2] El significado de que los samurái “renunciaran a la pistola” es único. Como notó el profesor inglés Noel Perrin de la Universidad de Dartmouth en Renunciando a la pistola (1979) y como argumentó el físico Freeman Dyson de la Universidad de Princeton
en Armas y esperanza (1984), esta decisión nos indica que nosotros los seres humanos no necesariamente estamos predestinados a recurrir a armas cada vez más sofisticadas y destructivas.
Mediante ese acto, en todo caso, los samurái extendieron su supervivencia por otros 250 años, como dice Keegan, desde alrededor de 1600 hasta mediados del siglo XIX.
Para nuestros propósitos, irónicamente, si no fuese por esos dos siglos y medio, lo más probable es que no estaríamos hablando de los samurái y su ethos hoy. Fue principalmente durante el pacífico y libre de guerra Período Tokugawa (徳川時代 1600-1868)—así llamado porque Tokugawa Ieyasu (徳川家康 1543-1616) unificó Japón y estableció su dinastía—que el bushidō (武士道), “el camino del guerrero,” comenzó a ser discutido y formulado.
Aun más irónicamente, fue hacia el final de la Era Meiji (明治時代 1868-1912)—tres décadas después de que los samurái, junto con su símbolo, la espada, se convirtieron en una cosa del pasado y Japón se estaba dirigiendo rápidamente hacia armas cada vez más avanzadas y destructivas—que el bushidō como la mayoría de nosotros lo conocemos, como un sistema moral, ético japonés, tomó forma y comenzó a ser conocido por todo el mundo.
Pero antes de continuar adelante, una breve historia del Japón está en orden.
Japón estableció su primer gobierno propiamente dicho alrededor de 700, con un sistema legal y regulatorio según el modelo chino, con el Tennō (天皇) como gobernante con poderes tanto políticos como militares. En ese sentido, fue un gobierno bajo lo que hoy llamamos control civil. (Tennō, la palabra china significa “soberano celestial,” generalmente se traduce como “emperador,” lo cual es engañoso, pero aquí puedo usar “emperador” e “imperial” donde sea apropiado.)
Sin embargo, el Tennō, y la aristocracia que le suministraba apoyo burocrático, gradualmente perdieron el control de los samurái, sus servidores armados. (Los samurái son similares a los “caballeros, guardias o escoltas,”[3] según indica Nitobe Inazō (新渡戸稲造 1862-1933), de quien pronto oiremos más.) Al final, desde mediados del siglo XII hasta mediados del siglo XIX, los samurái o bushi gobernaron el país, con el shōgun (将軍), originalmente el delegado militar del Tennō, como señor.
Interesantemente, durante esos 700 años los samurái nunca perdieron la sensación de que el Tennō era el gobernante legítimo y ellos, los samurái, eran usurpadores. En gran parte debido a eso, cuando su gobierno militar colapsó, los samurái restauraron el Sistema de Tennō (天皇制度), en 1868. Eso fue lo que el Rescripto Imperial a los Soldados y Marinos (gunjin chokuyu 軍人勅諭), emitido en 1882, francamente permitió.
El Rescripto Imperial detallaba los ideales de la conducta de los soldados para un ejército conscripto moderno. Al hacerlo, se convirtió en el primer documento importante que dio forma a la visión actual del bushidō.
El segundo fue un libro pequeño que Nitobe Inazō escribió en 1899: Bushido: El alma del Japón.
Nitobe, quien había estudiado en los Estados Unidos y en Alemania y posteriormente fue Subsecretario General de la Liga de Naciones, quería mostrar que Japón tenía un sistema moral, ético comparable al del cristianismo. Con ese fin, él no solo salpicó el Bushido con anécdotas homilíacas del pasado, sino que también lo llenó con una colección de referencias a pensadores occidentales. El libro se convirtió en un bestseller internacional.
Entre otros, al Presidente de los Estados Unidos, Teodoro Roosevelt (1858-1919), el promotor de la “vida ardua” y las causas imperialistas, le gustó. Nitobe lo indicó en su prefacio a la décima edición del libro (Mayo de 1905): “El Presidente Roosevelt le ha hecho un inmerecido honor al leerlo y distribuir varias docenas de copias entre sus amigos.”
Había un toque de ironía en esto: Mary Elkinton, la americana con la cual Nitobe estaba casado, era miembro de la secta absolutamente pacifista, la Sociedad de Amigos o Cuaquerismo. No obstante, para su décima impresión, Bushido había sido traducido al maratí, alemán, bohemio y polaco, con traducciones al noruego y al francés en camino y con ediciones en ruso y en chino en el horizonte. (Estoy seguro de que también fue traducido al español no mucho después.)
Entonces, Japón ganó su guerra con Rusia (1904-1905). Su victoria se produjo principalmente porque el Presidente Roosevelt como mediador se puso del lado del Japón. Como muchos observadores occidentales, él estaba impresionado por el valor y la disposición al autosacrificio demostrados por los soldados japoneses, una impresión sin duda reforzada por el libro de Nitobe.
Él no estaba solo. El autor inglés, socialista y pacifista H. G. Wells (1866-1946), por ejemplo, obviamente cambió su opinión anterior de los japoneses como parte de la “raza amarilla” y comenzó a promover al samurái como el “ciudadano ideal del Estado Socialista.” El semanario socialista, La Nueva Era, incluso celebró una conferencia sobre el tema en mayo de 1907.
Años más tarde, el poeta escultor Takamura Kōtarō (高村光太郎 1883-1956) llamaría la victoria “el primer bocado en la tragedia de expansión del Japón” que llevó al militarismo del país y terminó, como todos ustedes saben, con la derrota aplastante del Japón. Pero eso fue cuarenta años después.[4] Los mismos japoneses estaban impresionados con la victoria.
Los intelectuales y editores japoneses comenzaron a competir para averiguar y definir el bushidō.
Como resultado, algunos han argumentado que mucho de lo que consideramos bushidō hoy en día debería realmente llamarse “bushidō Meiji” (明治武士道). Destacado entre ellos en tiempos recientes está el profesor de ética de la Universidad de Tokio Kanno Kakumyō (菅野覚明) quien escribió un libro argumentando precisamente eso: Bushidō no gyakushū (武士道の逆襲), 2004.
Entonces, ¿qué dijo el Tennō en su Rescripto para Soldados y Marinos? ¿En qué hizo hincapié Nitobe Inazō en Bushido?
En su rescripto militar de 1882, el Tennō le dijo a sus soldados, en una prosa tachonada con antiguas palabras y locuciones chinas, que se adhirieran a los siguientes cinco principios:
· Lealtad (忠節): En el patriotismo, “El deber (義) es más pesado que las altas montañas, la muerte más ligera que una pluma de ganso (鴻毛).”
· Etiqueta (礼儀): Sean siempre respetuosos con los hombres de rango más alto, pero los hombres de rango más alto deben ser compasivos y amables con su subordinados.
· Valor (武勇): Sean valientes en la batalla, pero sean amables y armoniosos en la conducta diaria.
· Sinceridad y deber (信義): Sean sinceros con sus palabras y lleven a cabo su deber.
· Frugalidad (質素): Eviten los lujos como si fuesen la peste.
El primero de estos, “la muerte es más ligera que una pluma de ganso,” fue un giro intencional de una frase de uno de los libros del gran historiador chino Si Maqian (司馬遷 145?-86 A.C): “Un hombre está destinado a morir. Pero su muerte puede ser tan pesada como una montaña o tan ligera como una pluma de ganso.” El quinto mandato de ser frugales fue originalmente religioso, pero fue agregado teniendo en cuenta un motín reciente en el nuevo ejército por salarios más altos.
Sin embargo, en general, estos principios tenían sus raíces en “las cinco normas (五常)” o las cinco virtudes básicas del Confucianismo (儒教): humanidad, deber, etiqueta, sabiduría y sinceridad (仁義礼智信).
Esto sucedió porque el Confucianismo era la filosofía del Estado durante el Período Tokugawa, y los hombres que escribieron el rescripto, tales como Nishi Amane (西周 1829-1897) e Inoue Kowashi (井上毅 1843-1895), fueron inculcados en las enseñanzas de Confucio desde la infancia.
Por su parte, Nitobe Inazō, un cristiano converso con idealismo Confuciano, lo reconoció rápidamente al formular lo que era el bushidō.
“En cuanto a las doctrinas estrictamente éticas, las enseñanzas de Confucio fueron la fuente más prolífica del Bushido,” escribió. Luego enumeró y discutió los atributos primarios del bushidō: “rectitud o justicia” (義); “valor, el espíritu de osadía y resistencia” (勇); “benevolencia, el sentimiento de aflicción” (仁); “cortesía” (礼); “veracidad y sinceridad” (誠); “honor” (名誉); “el deber de la lealtad” (忠義); etc.
Lo que hace del bushidō presentado así “bushidō Meiji” es, para simplificar el asunto, que ignoró al propio samurái, al propio bushi.[5]
El proceso de poner el énfasis en los principios abstractos ocurrió, por supuesto, durante el gobierno Tokugawa. Mientras los samurái estaban peleando y matándose unos a otros, el asunto era personal, familiar y “tribal.”
Ellos arriesgaban sus vidas por el honor, por la perpetuación de los nombres familiares, y por el grupo del cual eran parte. Cuando el país fue unificado y los guerreros dejaron de ser guerreros, convirtiéndose en burócratas, la razón de ser del samurái cambió de personal a pública o, podríamos decir, administrativa.
Entonces, cuando la clase samurái se abolió a sí misma para crear una nación-estado moderna, lo que era público se convirtió en nacional y universal.
Lo más notable en este sentido es el énfasis en lo que he nombrado como “patriotismo” en el Rescripto Imperial de 1882. En el original, la palabra es hōkoku (報国), la idea de que se está en deuda con la nación por el simple hecho de haber nacido en ella y,
por lo tanto, se debe pagar esa deuda a través del esfuerzo. Era una idea que estaba ausente o no había sido recalcada en anteriores discusiones del bushidō. En discusiones anteriores, cuando se resaltaba la lealtad (忠), era a una persona en particular, el amo y señor.
Al presentar su idea del bushidō, Nitobe tenía que hacerla nacional y, por lo tanto, universal.
Su objetivo era argumentar, para “el distinguido jurista belga” M. de Laveleye, que Japón sí tenía un sistema ético comparable con el de Occidente. Japón en esa época estaba luchando para demostrar a los poderes occidentales, “las civilizaciones avanzadas,” que era una nación merecedora de su atención y estima. Eso explica por qué, de las 157 personas nombradas en el índice de Bushido, solo veinte son japonesas, diecisiete de ellas samurái históricos.[6]
El bushidō o ethos samurái cambió con el tiempo. Para comenzar con un ejemplo cuya fuente no he podido comprobar, el jefe militar y arquitecto de castillos Tōdō Takatora (藤堂高虎 1556-1630) es famoso por su observación, “Un samurái no puede ser llamado samurái hasta que haya cambiado de señor siete veces.” Esto se supone que es parte de sus “lecciones de casa” (家訓)
pero sus lecciones de casa—que consistían en más de 200 artículos—que están plenamente citadas y explicadas en la Internet no la incluyen.[7] Aun así, podemos creer que Tōdō Takatora debió haber dicho algo así; de hecho, él cambió su lealtad un número de veces, finalmente aliándose con el vencedor final, Tokugawa Ieyasu. Él fue un brillante sobreviviente en una era que presenció siempre cambiantes luchas hegemónicas violentas.
Dos siglos y medio más tarde, Fukuzawa Yukichi (福沢諭吉1835-1901) escribió un tracto para denunciar a dos distinguidos líderes contemporáneos precisamente por esa clase de comportamiento: Katsu Kaishū (勝海舟1823-1899) y Enomoto Takeaki (榎本武揚1836-1908). ¿Qué hicieron los dos hombres para ganarse la ira ética de Fukuzawa?
Ambos eran funcionarios de alto nivel en la última fase del gobierno de Tokugawa. Pero Katsu, Ministro del Ejército, persuadió con éxito a su gobierno de que se rindiera ante las fuerzas imperiales que se aproximaban. Entonces, después de que el nuevo gobierno Meiji fue establecido, él se desempeñó en varios cargos importantes. Enomoto tomó un camino similar.
Después de perder una batalla final crucial como Viceministro de la Armada de Tokugawa, se desempeñó en cargos aun más ilustres con el nuevo gobierno.
Fukuzawa, aunque reconoció su valor—especialmente de Katsu, quien salvó al populacho de la capital del caos desastroso de la guerra—argumentaba que ambos hombres deberían haberse retirado de la sociedad de un todo,
añadiendo que, al no hacerlo, estaban pisoteando el shifū (士風), la manera del samurái.
Él tituló su tracto Yasegaman no setsu (痩せ我慢の説), “sobre pretender estar satisfecho con lo que se tiene aunque se sepa que se puede obtener algo mucho mejor cambiando sus principios.” En otras palabras, estaba quejándose de que los dos caballeros no se adhirieron a esa pretensión honorable.
Lo notable de esto es que Fukuzawa era un destacado defensor de la “civilización y la ilustración” (文明開化) pero estaba usando como principio rector un dictamen antiguo que aparece en los escritos del historiador chino Si Maqian, “Un súbdito leal no sirve a dos señores; una mujer casta no tiene dos maridos.”
El dictamen podría haber funcionado, más o menos, en tiempos pacíficos, pero hubiese sido impráctico para la mayoría de los samurái durante la Era japonesa de los Estados en Guerra (戦国時代). Si cada samurái se hubiese quedado con el primer hombre que eligió servir, una gran proporción de los guerreros hubiesen perdido su habilidad de funcionar, al menos en teoría, para cuando el país fue unificado a principios del siglo XVII.
Esto no es para sugerir que la conducta de Tōdō Takatora obtuvo la aprobación unánime de los compañeros guerreros y jefes militares. Pero era una época en la cual muchos feudos peleaban unos contra otros por la hegemonía local o nacional y los guerreros y jefes militares se pasaban al otro lado o buscaban un aliado diferente cuando su lado era vencido. El legendario espadachín Kamiizumi Hidetsuna (上泉秀綱1508?-1577?) fue uno de tales guerreros.
Así que veámoslo como otro ejemplo del cambiante ethos samurái. Aquí me basaré en la premisa de que el ethos samurái o bushidō, como muchos conceptos similares, es en parte cuestión de interpretación retrospectiva.
Algunos de ustedes deben haber visto Los Siete Samurái (七人の侍), la película de Kurosawa Akira (黒澤明) de 1954. En una secuencia cerca del principio de la película, un samurái de mediana edad toma prestado un hábito de monje, se afeita la cabeza y, con dos bolas de arroz que ha preparado, pero sin espada, rescata a un niño que ha sido tomado como rehén por un hombre que está amenazando con matarlo con una espada desenvainada.
En esa historia, el samurái mata al secuestrador—arrebatándole la espada en un movimiento de relámpago. Recuerdo como, en mi adolescencia, mis amigos hablaban sobre el sorprendente uso de Kurosawa de la cámara lenta al mostrar al hombre que el samurái había cortado tambaleándose fuera de la choza y cayendo lentamente al piso.
Esa fue la versión de Kurosawa de una historia contada sobre el espadachín Hidetsuna. El escenario de la historia de Hidetsuna y lo que sucede en ella son más o menos lo mismo, excepto que el espadacín, nuevamente aproximándose al secuestrador sin su espada, no mata al hombre sino que lo vence luchando.[8] La presunción es que, si el espadachín lo mata, no es un buen espadachín.
En contraste, Kurosawa, al representar a un pequeño grupo de samurái luchando contra una horda de bandidos merodeadores, tuvo que presentar al samurái líder como un hombre de determinación de acero. El hecho de que Japón había salido de una guerra y estaba siendo acusado de crímenes de guerra y tal pudo haber influido en la decisión de Kurosawa.
La historia de Hidetsuna, a su vez, resonaba a una mucho más antigua, la que representaba a un comandante guerrero quinientos años antes, Minamoto no Yorinobu (源頼信 968-1048).
Un día uno de sus subordinados, también un buen guerrero, llega a donde él muy agitado, lloriqueando. Yorinobu le pregunta por qué y se entera de que un ladrón ha tomado como rehén al hijo del subordinado en su casa y está amenazando con matar al niño.
“Deja que tu pequeño niño sea herido de muerte si es necesario,” le dice Yorinobu a su subordinado. “Solo con esa actitud podrías llamarte guerrero. Si te preocupas por ti mismo, te preocupas por tu esposa o tu hijo, no lograrías nada. No temer significa no preocuparte por ti mismo, no preocuparte por tu esposa o tu hijo.”
Entonces, diciendo que solo había dicho eso porque se suponía que debía decirlo, Yorinobu toma su espada, va a la casa del subordinado y, cerca de donde el ladrón tiene tomado al niño, pregunta “¿Tomaste a ese niño como rehén porque querías mantenerte vivo, o porque querías matar al niño? ¡Dime lo que piensas sin rodeos!”
El ladrón responde que por supuesto que no quería matar al niño, él solo quería vivir. Yorunobu persuade al hombre de que deseche la espada. Su subordinado quiere matar al ladrón cuando lo arrastran al patio, pero Yorinobu le dice que el hombre hizo lo que hizo porque era tan pobre que estaba desesperado y lo que se necesita es compasión.
Entonces coloca al ladrón sobre un caballo con suficiente comida y un arco y flechas para protección, y lo deja ir.[9]
Si esta historia, recopilada en la gran antología de cuentos del siglo XII Konjaku monogatari shū (今昔物語集), estaba basada en algo parecido a un hecho real, tuvo lugar alrededor del año 1000, ciento cincuenta años antes de que la clase samurái dominara el país.
Quizás la declaración sobre el bushidō más famosa de todos los tiempos es esta: “El camino del guerrero, he hallado, es morir” (武士道と云は、死ぬ事と見付たり).
Yamamoto Tsunetomo (山本常朝1659-1719) lo dijo, y aparece al principio de una considerable colección de sus observaciones y comentarios, Hagakure (葉隠). Para cuando Yamamoto hizo la declaración, el gobierno Tokugawa tenía un siglo, pero la idea de que un samurái debe estar preparado para la muerte en cualquier momento, que siempre debe tener en mente la muerte, era común en cualquier samurái que pensara en el asunto, ya fuese en tiempos de paz o en tiempos de guerra.
Pero la declaración de Yamamoto se hizo particularmente famosa porque él usó la palabra bushidō, dándole así un aire de definición sucinta.
Durante la Segunda Guerra Mundial, de hecho, a medida que la situación para Japón se hacía desesperada día a día, Hagakure se convirtió en el libro leído entre la juventud, junto con Le Sens de la mort del autor francés Paul Bourget (1852-1935), nos dicen.
Todos los jóvenes japoneses, siempre que estuvieran suficientemente sanos, esperaban ser reclutados y enviados al frente.
En todo caso, cuando se compara a Yamamoto con el jefe militar Tōdō Takatora, se ve la diferencia. El Artículo 1 de sus lecciones de casa dice, “Desde el momento en que dejas tu habitación [en la mañana], debes pensar que hoy es tu turno de morir.
Con esta determinación final, no serás perturbado por las cosas” (寝屋を出るより其日を死番と可得心かやうに覚悟極る。ゆへに物に動する事なし). Tanto Yamamoto como Tōdō hablan de la necesidad de que un samurái esté preparado para morir, pero la diferencia entre los dos es clara. Se hace más claro con lo que dicen después.
Yamamoto, quien no tuvo oportunidad de pelear en un campo de batalla y tuvo una muerte pacífica, hasta donde sabemos, continúa la determinista primera proposición con esto: “En una situación donde haya elección, solo puedes elegir de una vez morir.” Él no deja espacio para una alternativa.
En contraste, Tōdō, quien pasó por un número de batallas, definitivamente sugiere, en los siguientes tres artículos de sus lecciones de casa, 2, 3, y 4, que la preparación mental para morir o ser matado en cualquier momento no significa que no se debería estar preparado para un resultado diferente. Puedes ser vencido en la batalla, pero no matado, por lo tanto debes estar preparado para tomar el siguiente paso cuando te encuentras que estás vivo.
Debo añadir una cosa, sin embargo. Aunque él promovía “la muerte frenética” (死狂い), Yamamoto tenía otras cosas, a veces contradictorias, qué decir. Aquí hay dos: (1) Solo manteniendo la muerte en mente constantemente puedes ser libre; (2) Como la vida es corta, debes disfrutar lo mejor que puedas, haciendo lo que quieras hacer.
Yamamoto, mientras insistía en resaltar la devoción leal a un señor, también expresaba impaciencia con las “racionalizaciones” (理屈) (mayormente de Confucio) tales como “lealtad” (忠) y “rectitud” (義).
¿Qué es bushidō?
Mishima Yukio (三島由紀夫 1925-1970), el escritor que eligió matarse por desentrañamiento y decapitación, aseguraba que el “invasionismo o militarismo no tenía nada que ver con el bushidō de entrada.” Él se sintió obligado a indicar eso porque el “bushidō Meiji” se mezcló inexorablemente con el militarismo japonés y porque él, quien formó un pequeño “ejército privado”llamado la Sociedad del Escudo (楯の会),
fue acusado de revivir el militarismo de nuevo. El movimiento estudiantil estaba en su apogeo, y a la par que el sentimiento general se estaba volviendo en contra del movimiento por recurrir con facilidad a la violencia, los japoneses estaban nerviosos sobre el militarismo que destruyó su país menos de un cuarto de siglo antes.
En todo caso, Mishima, un admirador del Hagakure de Yamamoto Tsunetomo, definió el bushidō como algo personal. Un hombre de bushidō es alguien que, él decía, tiene un firme sentido de respeto por sí mismo, asume la responsabilidad por sus acciones, y se sacrifica para encarnar esa responsabilidad. Esto probablemente es lo que más acerca a la esencia del bushidō, al menos en lo abstracto.
En realidad, es un poco peligroso mencionar a Mishima aquí, porque su propio caso es demasiado complicado para el tema en cuestión. Aun así, podemos decir que su juicio de que el bushidō finalizó con el General Nogi Maresuke (乃木希典1849-1912) fue algo extraño. Como algunos de ustedes saben, el desentrañamiento del General Nogi el día del funeral del Tennō Meiji (明治天皇 1852-1912) afectó a mucha gente en el mundo.
Si la expresión final de responsabilidad era matarse uno mismo, preferiblemente mediante el desentrañamiento, un número de comandantes durante la siguiente Segunda Guerra Mundial expresaron su sentido de responsabilidad tomando sus propias vidas. El primero entre ellos por rango fue el Ministro del Ejército, General Anami Korechika (阿南惟幾 1887-1945), quien se mató para disculparse por la derrota del Japón.
Lo hizo después de que el Tennō se puso del lado de los que argumentaban a favor de la rendición, en lugar de pelear hasta el último hombre, en agosto de 1945.
Los soldados reclutados de las modernas fuerzas armadas creadas en la Era Meiji tenían poco que ver con los samurái. No obstante, algunos ideales samurái persistieron.
Por una parte, se esperaba que un soldado que iba a la batalla estuviera dispuesto a morir—convertirse en soldado significaba aceptar la muerte. También, en el Rescripto Imperial de 1882, el Tennō ordenó a sus hombres que trataran su vida tan ligeramente como una pluma de ganso. A eso en parte, es justo decir, se debieron las bajas desmesuradamente altas en el ejército y la armada japonesa durante la Segunda Guerra Mundial.
Eso, además del hecho de que las aventuras militares japonesas terminaron devastando completamente el país, explica por qué aun aquellos que quieren ver cosas admirables en el bushidō tienden a evitar el período de medio siglo, de 1895 a 1945, al discutir su pasado marcial. Podría decirse que fue desde la llegada de Wikipedia que los japoneses comenzaron a hablar más libremente, abiertamente, sobre los generales y almirantes de ese período.
En cambio, si quieren hablar sobre el bushidō o cualquier cosa que se le parezca, ellos tienden a reinterpretar y presentar a las personas y los acontecimientos anteriores a la mitad del siglo XIX—es decir, antes de que Japón se abriera al comercio y la diplomacia internacional, uniéndose así, debemos añadir, al espíritu imperialista de la época.
Un claro ejemplo de esta parcialidad, si me permiten llamarla así, es la serie “drama de gran río” (大河ドラマ) de la corporación emisora del Japón NHK: la serie dramática de TV, con segmentos semanales de 45 minutos o más. La mayoría de los casi cincuenta dramas desde que la serie comenzó en 1963 ha tratado sobre personas de la clase samurái pre-Meiji, pero ninguno sobre los guerreros posteriores.
¿Sobrevive el bushidō o el espíritu samurái en la sociedad japonesa de hoy? Para responder esta pregunta, hice varias encuestas informales, algunas a través de mis jóvenes amigos por vía de la Internet.
Las respuestas que he recibido evidencian que no hay una definición o concepto claro del bushidō, lo cual es comprensible.
Algunos de los que respondieron eran suficientemente conocedores para postular, en gran parte correctamente, que es un sistema de pensamiento fuertemente influenciado por la ética confuciana. Algunos han sugerido que el espíritu samurái está manifiesto en cosas tales como la dedicación leal a una causa, cualquiera que pueda ser dicha causa (incluyendo el fenómeno otaku), y la disposición de sacrificar los deseos personales por el bien mayor, sea para un grupo o una corporación.
La asociación del bushidō con la dedicación leal a una causa viene del dō, “el camino” (道; dao en chino), de bushidō—la idea originalmente budista, según lo entiendo, de que se puede alcanzar la iluminación dedicándose a una sola cosa. En este sentido, quisiera citar la respuesta de mi propio hermano Masamichi (政道), aunque en este caso la dedicación tiene que ver con trabajar en un grupo.
Masamichi trabajó con Toyota Motor durante cuarenta años hasta su edad de retiro obligatorio el año pasado; pero entonces una de las subsidiarias de Toyota le pidió que trabajara para ellos, así que él continúa haciendo el trabajo que hizo durante muchos años. A lo largo de los años en Toyota, él avanzó de jefe de sección, a jefe de grupo, a jefe de fábrica.
Reflexionando sobre cómo el espíritu del bushidō pudo haber influenciado el trabajo en Toyota, él concluyó que podría manifestarse en la ayuda mutua espontánea dentro de un grupo. Siempre hay alguien que se retrasa, ya sea porque no entiende bien su tarea o porque no es tan competente como algunos de los otros. Cuando se nota alguien así, los que están más adelantados o son más capaces lo ayudan voluntariamente, sin que se los pidan.
Toyota es un lugar notoriamente duro para trabajar, mi hermano me escribió. La reputación de la compañía es que, para la mejora continua de la productividad y el esfuerzo para alcanzar la perfección, conduce a sus trabajadores de la manera de “exprimir a las momias por sangre”. Pero sin el trabajo en equipo voluntario y espontáneo y los esfuerzos voluntarios y espontáneos para mejorar en cada grupo, Toyota no estaría donde está hoy en día, dijo Masamichi.
Muchas gracias.
[1] John Keegan, A History of Warfare (New York: Alfred A. Knopf, 1993), p. 3. “What Is War?” Dictum 24, On War (originally, tr. J. J. Graham, 1908; abridged ed., Penguin Books, 1968), p. 119. The German original for the dictum: “Der Krieg ist eine bloße Fortsetzung der Politik unter Einbeziehung anderer Mittel.”
[2] Keegan, p. 46.
[3] Inazo Nitobe, Bushido: The Warrior’s Code (Ohara Publications, 1979), p. 14. Bushido is available on the Internet as a Google book and as part of Project Gutenberg http://www.gutenberg.org/etext/12096
[4] Hiroaki Sato, tr., A Brief History of Imbecility: Poetry and Prose of Takamura Kōtarō (University of Hawaii Press, 1992), p. 136.
[5] Kanno Kakumyō, Bushidō no gyakushū (Kōdansha, 2004), p. 11.
[6] Kanno, p. 17.
[8] Hiroaki Sato, tr., The Sword and the Mind (Overlook, 1986), pp. 2-3.
[9] Hiroaki Sato, Legends of the Samurai (Overlook Press, 1995), pp. 72-74.
No hay comentarios:
Publicar un comentario